jueves, 11 de diciembre de 2014

¿Cuál es el precio de la libertad?


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La libertad, esa idea romántica de luchar por poder decidir lo que queremos hacer se ha reflejado en multitud de películas y novelas. Con ese aura protectora que lleva el protagonista al cual parece que no le importan los obstáculos, no tiene miedo ni dudas ya que está decidido a dar la vida por ella. Con suerte sigue vivo después de conseguirla; en la mayoría de los casos la consigue para todos los demás menos para él ya que la última flecha que el archienemigo lanzó al aire en su último aliento de vida le impacta justo en el pecho y nuestro protagonista cae, a cámara lenta y con música emotiva subiendo de volumen. ¿Quién no desearía conseguirla así?

Para el resto de nosotros no es tan fácil, y no ya porque los malos sean más o mejores que nosotros sino porque muchas veces ser más libre conlleva molestia, incomodidad o dolor para la persona que intenta alcanzarla. Esta es la otra cara de la moneda que pocas veces se muestra. ¿Cómo intentar alcanzar la libertad si me distancia de las personas a las que más quiero? ¿Cómo ser más libre si cuanto más avanzo en ese camino más triste me encuentro?

En medio del esfuerzo que hacemos por sobreponernos, por luchar contra esa parte egoísta de nosotros, por evitar la dependencia de los demás, por no ser caprichosos... no hay banda sonora ni cámara lenta, hay una lucha interna por ser mejor persona privándonos muchas veces a nosotros mismos de lo que más queremos. Una persona dependiente que se ha criado en un entorno donde no se han hecho valer sus potencialidades, cree que necesita la aprobación de otra persona para poder tomar decisiones o actuar en su vida cotidiana. Ser más libre para esta persona es ser independiente, no necesitar tanto de su entorno y ser capaz de dirigirse hacia lo que desea. Pero claro su entorno se ha acostumbrado a que es dependiente y no quieren que sea más decidid@ y autónom@; prefieren a la persona obediente que les consultaba todo antes de dar un paso. Por tanto esa persona no sólo tiene que luchar por cambiar los hábitos que adquirió desde que se crió sino que además debe tener la suficiente convicción como para seguir, a pesar de que su entorno más cercano (familiar y laboral) prefiera que siga siendo la persona de siempre.

Es un ejemplo de nuestro tiempo de lucha por la libertad y no tiene nada que ver con lo que se muestra en el cine o en los libros. Y tú, ¿cuánta angustia serías capaz de pasar por ser más libre? ¿Cuánto estarías dispuesto a pagar por tu libertad?

* Imagen extraída de wasanga.com

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