jueves, 18 de diciembre de 2014

Felices fiestas

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 Desde nuestro centro queremos desearos unas felices fiestas. Siendo como es una época de hacer balance queremos hacer el nuestro públicamente.

Muchas gracias a todos los niños que han estado trabajando semana tras semana duramente y a veces a regañadientes. Porque habéis conseguido superar semanas de 4 exámenes, aprobar matemáticas, ver que el valencià no es tan aburrido, aprendido a hacer esquemas para estudiar... Porque el esfuerzo ha sido grande y los avances están ahí.

Gracias a los más mayores por no abandonar, por descubrir que esa asignatura que tanto os aburre en realidad puede ser interesante y os empezáis a hacer preguntas sobre ella, por ver que no erais tan tontos sino que faltaba más trabajo. Por empezar a ver de lo que sois capaces.

Y gracias a los más mayores de todos por la confianza en nuestro trabajo, por compartir sus preocupaciones sobre los suyos, las últimas noticias de la profe (sean buenas o malas) o los progresos que se han ido consiguiendo.

Aunque en muchas películas el protagonista es el más importante, cuando se consiguen grandes cosas en la vida real es fruto del trabajo de muchas personas que están detrás dando lo mejor que tienen. En definitiva, si las cosas han ido bien es gracias al esfuerzo de todos. Ahora, a disfrutar de la compañía.

¡FELICES FIESTAS!

* Imagen extraída de estudiabetes.org

jueves, 11 de diciembre de 2014

¿Cuál es el precio de la libertad?


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La libertad, esa idea romántica de luchar por poder decidir lo que queremos hacer se ha reflejado en multitud de películas y novelas. Con ese aura protectora que lleva el protagonista al cual parece que no le importan los obstáculos, no tiene miedo ni dudas ya que está decidido a dar la vida por ella. Con suerte sigue vivo después de conseguirla; en la mayoría de los casos la consigue para todos los demás menos para él ya que la última flecha que el archienemigo lanzó al aire en su último aliento de vida le impacta justo en el pecho y nuestro protagonista cae, a cámara lenta y con música emotiva subiendo de volumen. ¿Quién no desearía conseguirla así?

Para el resto de nosotros no es tan fácil, y no ya porque los malos sean más o mejores que nosotros sino porque muchas veces ser más libre conlleva molestia, incomodidad o dolor para la persona que intenta alcanzarla. Esta es la otra cara de la moneda que pocas veces se muestra. ¿Cómo intentar alcanzar la libertad si me distancia de las personas a las que más quiero? ¿Cómo ser más libre si cuanto más avanzo en ese camino más triste me encuentro?

En medio del esfuerzo que hacemos por sobreponernos, por luchar contra esa parte egoísta de nosotros, por evitar la dependencia de los demás, por no ser caprichosos... no hay banda sonora ni cámara lenta, hay una lucha interna por ser mejor persona privándonos muchas veces a nosotros mismos de lo que más queremos. Una persona dependiente que se ha criado en un entorno donde no se han hecho valer sus potencialidades, cree que necesita la aprobación de otra persona para poder tomar decisiones o actuar en su vida cotidiana. Ser más libre para esta persona es ser independiente, no necesitar tanto de su entorno y ser capaz de dirigirse hacia lo que desea. Pero claro su entorno se ha acostumbrado a que es dependiente y no quieren que sea más decidid@ y autónom@; prefieren a la persona obediente que les consultaba todo antes de dar un paso. Por tanto esa persona no sólo tiene que luchar por cambiar los hábitos que adquirió desde que se crió sino que además debe tener la suficiente convicción como para seguir, a pesar de que su entorno más cercano (familiar y laboral) prefiera que siga siendo la persona de siempre.

Es un ejemplo de nuestro tiempo de lucha por la libertad y no tiene nada que ver con lo que se muestra en el cine o en los libros. Y tú, ¿cuánta angustia serías capaz de pasar por ser más libre? ¿Cuánto estarías dispuesto a pagar por tu libertad?

* Imagen extraída de wasanga.com

jueves, 4 de diciembre de 2014

¿OÍMOS O ESCUCHAMOS?


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Desinterés, falta de atención, apatía y querer centrarnos sólo en nuestro mensaje dan como resultado un problema de comunicación.
¿Cuántas veces estamos hablando con alguna persona y no prestamos atención a lo que dice y repasamos mentalmente nuestras cosas? O ¿cuántas veces preguntamos y no esperamos la respuesta del otro? Casi siempre.
Nos encontramos ante dos posibles problemas en nuestra comunicación:
  1. Hablamos, nuestro interlocutor nos oye, pero no nos escucha.
Sentimos la necesidad de contar nuestras experiencias, nuestros problemas o, simplemente, queremos comunicar un hecho; pero mientras lo hacemos nuestro interlocutor está pensando en sus cosas, su problemática, sus tareas… Claro que si le preguntamos qué hemos dicho es capaz de saber qué le decimos pues su sistema auditivo está activo, pero no se presta atención al mensaje ni a otros factores que lo complementan, no se activa la comprensión… Estamos hablando con una pared.
  1. Hablamos con alguien pero no nos interesa su respuesta. El interlocutor escucha pero el hablante no quiere escuchar.
Y esto ocurre muchísimas veces también. Quedamos con alguien y entablamos una conversación… llega un punto en que proponemos un tema, una cuestión y hablamos esperando una respuesta activa de nuestro interlocutor. El problema viene cuando realmente no nos interesa esa respuesta, cuando tenemos nuestra propia solución o respuesta. Cuando nuestro interlocutor no coincide con “mi idea” dejamos de escuchar su punto de vista, su consejo o respuesta, cortamos su exposición y pretendemos llevar la conversación a nuestro terreno.
En este caso, se termina la conversación, no hay fluidez en la comunicación. No hay comunicación realmente. Es como si habláramos con un espejo, sólo nos interesa nuestro punto de vista.
Cuando vamos a la escuela nos enseñan a mantener los turnos, a responder preguntas aunque la respuesta sea errónea, a plantear cuestiones… Pero cuando llegamos a la adolescencia y la edad adulta desaprendemos estas estrategias comunicativas e imponemos nuestro mensaje ante los otros.
Al cabo del día oímos muchos mensajes, palabras, sonidos, pero ¿cuántos de estos mensajes son comprendidos? ¿Cuántos somos capaces de recordar razonadamente? ¿Cuántas veces hablamos pero no comunicamos? ¿Realmente esperamos una respuesta de nuestro interlocutor o simplemente queremos que haga/diga/piense lo que nosotros le decimos?
Convertir un acto de habla entre dos personas en un proceso comunicativo implica la habilidad de saber escuchar, de establecer un compromiso con el mensaje, con quien lo emite y quien lo recibe.
Pero no podemos quedarnos ahí y pensar que todo ya se ha desaprendido, podemos recuperar esas estrategias y favorecer la escucha activa y efectiva en nuestro día a día. Simplemente, deberíamos evitar distracciones cuando nos hablan, aprender a percatarnos de la situación emocional del hablante y mostrar interés real en qué nos están diciendo.
Debemos recordar que un proceso de comunicación implica bidireccionalidad, si primero hablamos, posteriormente pasaremos a ser los que escuchan; por lo que tanto emisor como receptor deben mantener un proceso de escucha real, activo y efectivo.
Hablar y no escuchar, es un monólogo.
 * Imagen extraída de ibermaticasb.com