miércoles, 18 de mayo de 2016

Por el poder del gris


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La situación es delicada, los valores se están perdiendo y hoy en día es más fácil que detrás de una sonrisa amigable se escondan intereses personales. Cada vez resulta más difícil saber en quién confiar. Es un círculo vicioso en el cual una persona se aprovecha de otra, y esa otra al ver que ha sido utilizada se vuelve más egoísta y más desconfiada con los demás, creando a su vez otras personas desconfiadas.

Tampoco ayudan los medios de comunicación, donde siempre sale la imagen del éxito, la gloria, el mejor. Ya no importa cómo llegar a la cima, lo importante es llegar. Chafando a quien haga falta o haciendo trampas, no importa. No se da importancia a la integridad, al respeto o a seguir un código ético a la hora de hacer las cosas, todo se resume en: lo has conseguido o no lo has conseguido.

Es como el veneno de los dibujos animados, uno se lo toma y es capaz de contagiar a los demás. O como los vampiros. Y en medio de todo esto, en medio de un ambiente que parece hacerse más tóxico por momentos, está la pregunta del millón: ¿Qué hacemos las familias? ¿Qué le decimos a nuestros hijos? ¿Qué les enseñamos? Porque somos conscientes de que este ambiente no es bueno, que enseñar a nuestros hijos a que sean desconfiados no acaba de sentarnos bien pero enseñarles que los demás son buenos para que después se aprovechen de ellos puede ser peor. 

Lo que no cabe duda es que hay que enseñar para la sociedad en la que se vive, la realidad podría ser otra, podemos intentar cambiarla pero sin duda para hacerlo hay que convivir con lo que hay ahora para después (los que lo deseen) intentar cambiarlo. Desconfianzas, críticas, envidias, malestar, egoísmo... son sólo algunas de las cosas que nos rodean. No podemos pensar que el mundo es generoso, amigable, agradable y simpático cuando no lo es, porque si nos engañamos a nosotros mismos seremos más vulnerables.

Lo realmente valioso en estas circunstancias es vivir con los ojos abiertos, atento a lo que sucede a tu alrededor. Siendo capaz de diferenciar las malas maneras, las personas aprovechadas de las que no lo son. Ni todo es negro ni todo es blanco, aún en la noche más oscura siguen brillando las estrellas (como dicen los sobrecitos de azúcar). Quizás sea eso lo más difícil, ser capaces de diferenciar los grises. Educar para los grises. Que no se nos pase por alto lo bueno que queda en un mundo caótico o lo malo que hay cuando todo va bien. Ese es verdadero poder del que ve los grises.

* Imagen extraída de imagui.com