viernes, 22 de enero de 2016

Cumple tus sueños, transfórmate

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"Eres especial. No dejes que nadie te diga lo que tienes que hacer. El mundo está lleno de posibilidades por explorar y te has ganado el derecho de hacerlo. No hay límites, sólo los que te pongas tú. Todo el mundo se merece ser feliz. Si hay una persona en este mundo por la que merezca la pena luchar, una persona que te quiere con locura, que lo da todo por ti y sin pedir nada a cambio, eres tú. Ya está bien de pedir a los demás y de no recibir nada a cambio, es momento de entrar en contacto contigo, de conocerte mejor y concederte lo que deseas."

1, 5, 20 veces al día podemos llegar a recibir mensajes como estos. En anuncios, en la televisión o a través de Internet. Te sientes bien, te suben la moral y te motivan para hacer cosas. Pero ¿qué cosas? Los publicistas, que no son psicólogos pero tienen muchas ganas de conocer lo que pasa por las cabezas de la gente normal, es precisamente lo que persiguen. Con: "concédete ese capricho que tanto deseas", quieren decir: "compra mi colonia" o "mi bombón de chocolate te hará disfrutar". Sin entrar en ese tema, el de la publicidad, es importante ver cómo esos mensajes que nos llegan constantemente hacen que nos creamos lo que dicen.

Aquí nos vamos a centrar en los efectos de esos mensajes sobre la persona. No hay nada malo en creerse especial, el más guapo de la clase o la más atractiva del instituto. Especialmente cuando uno está bajo de moral esos mensajes le vienen muy bien, le ayudan a salir del pozo de la apatía y de la dejadez. Sin embargo, de repetirse más allá de lo saludable (qué saben ellos qué es lo saludable), creamos un monstruo. Nos creemos que los demás tienen que hacer lo que nosotros queramos, porque hemos de alcanzar nuestros sueños. Nos volvemos pasotas o incluso maleducados porque nadie tiene que ponernos límites. Nos creemos ese personaje.

¿Y si no fuera todo lo bueno que me creo, todo lo popular que creo que soy, todo lo atractivo que parece? Posiblemente nos falta más autocrítica y menos halagos. Es en la crítica donde conseguimos mejorar. Es la lucha por ser mejor lo que realmente nos transforma en mejores. Ese equilibrio entre sentirse bien por el halago y sentirse mal por no haberlo alcanzado. No se puede crecer entre la comodidad, son las dificultades las que nos hacen cambiar de punto de vista, mejorar. ¿Qué papel tenemos como padres? ¿Qué imagen le estamos dando a nuestros hijos? ¿Y si después de decirle que es especial un día se da cuenta de que no es más que uno más del montón, uno más que pone su granito de arena? ¿Qué pasará entonces? ¿Quién será responsable?

Como ocurrió en un colegio: "Es que el profesor de gimnasia les ha dicho que es la peor clase que ha tenido nunca", protestaba uno de los padres. Los demás hablaban sobre lo injusto que era que les dijera eso a los niños. Y un padre, el más callado de todos, dijo: "Bueno puede ser que el profesor haya exagerado, por estar ya cansado, por no encontrarse bien.... Pero puede haber otra opción... y es que realmente sea la peor clase que se ha encontrado".

* Imagen extraída de codelamarga.blogspot.com